Lecturas Martes de la VII semana del Tiempo ordinario Ciclo B

Memoria Opcional de Santos Cristóbal Magallanes y compañeros, mártires

Primera lectura
San 4, 1-10

Hermanos míos: ¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es, acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes? Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es porque piden mal, para derrocharlo en placeres.

Gente infiel, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por lo tanto, quien decide ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. No piensen que la Escritura dice en vano: Dios ama celosamente a nuestro espíritu y nos da su gracia con generosidad. Por eso dice también la Escritura: Dios aborrece a los soberbios y concede su gracia a los humildes.

Por consiguiente, sométanse a Dios; resistan al diablo y se alejará de ustedes. Acérquense a Dios y él se acercará a ustedes. Que los pecadores se purifiquen las manos y se decidan por Dios los indecisos. Comiencen ya a lamentar y a llorar su miseria. Que su risa se convierta en llanto y su alegría en tristeza. Humíllense ante el Señor y él los enaltecerá.

Salmo Responsorial
Salmo 54, 7-8. 9-10a. 10b-11a. 23
R. (23a) Descarga en el Señor lo que te agobia.


En la angustia me dije: “Si tuviera,
como la paloma, alas, yo me iría
volando por el desierto,
para poder vivir libre de intrigas.
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.

A salvo me pondría
del viento huracanado,
de las voces que dan mis enemigos
y de sus opresiones ".
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.

Sólo veo en la ciudad
violencias y discordias,
que da día y de noche
por sus murallas rondan.
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.

Descarga en el Señor lo que te agobia
y él te aliviará.
La derrota del justo para siempre
jamás permitirá.
R. Descarga en el Señor lo que te agobia.

Aclamación antes del Evangelio
Gál 6, 14
R. Aleluya, aleluya.

No permita Dios que yo me gloríe en algo
que no sea la cruz de nuestro Señor Jesucristo,
por el cual el mundo está crucificado para mí
y yo para el mundo.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 9, 30-37

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero él no quería que nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y tres días después de muerto, resucitará”. Pero ellos no entendían aquellas palabras y tenían miedo de pedir explicaciones.

Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntó: “¿De qué discutían por el camino?” Pero ellos se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: “Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”.

Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”.

Comentario al Evangelio

Queridos hermanos, paz y bien.

Durante la Pascua, hemos visto el desarrollo de la Iglesia naciente, lleno de buenos momentos, pero, a la vez, con muchas dificultades. Menos mal que el soplo del Espíritu va guiando a los primeros discípulos. Y a nosotros.

El caso es que el factor personal siempre se interpone. Pues no hago lo bueno que deseo, sino que obro lo malo que no deseo» (Rom 7,19). Ya lo decía san Pablo. Por eso hoy sigue habiendo problemas en nuestras comunidades, en los grupos, en las parroquias. Todos somos “buena gente”, pero…

Ante esta realidad, como siempre, hay varias posibilidades. Acostumbrarse a lo que hay, vivir en tensión, pensar que nada puede cambiar, o incluso ser parte del problema, difundiendo las murmuraciones, ampliando los chascarrillos y demás, que siempre hay material para ello; podemos intentar ser un muro de contención, filtrar las comunicaciones y no echar más leña al fuego. Ser compasivo y misericordioso, como nuestro Padre es misericordioso.

Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros. El apóstol Santiago nos da la clave para poder mejorar las relaciones en nuestras comunidades. Sentirse pecador ante el Señor, para que Él nos levante. Es la forma de restablecer la paz y la armonía en nuestros corazones.

El Evangelio nos recuerda quién es el más importante para Jesús. Los Discípulos no lo acababan de entender, porque les costaba conectar con la onda del Maestro. No se trata de ser el más listo, o el más fuerte, o el más rápido. Consiste en ser el más humilde, el servidor de todos, pequeño como un niño que, confiado, se deja llevar por sus padres.

Era mucho lo que no entendían los Apóstoles. Es mucho lo que no entendemos nosotros. Nos cuesta comprender, en muchas ocasiones, lo que nos pasa y por qué nos pasa. Puede que también nos dé miedo preguntarle al Señor sobre todo lo que no entendemos. Quizá convenga ser un poco como los niños, que preguntan a tiempo y a destiempo. Hablar con Dios de aquello que nos preocupa, y que deberíamos poner más en sus manos. No sentirnos los dueños absolutos de nuestra vida, sino los administradores de aquello que nuestro Dios nos ha legado.

Es verdad que Jesús sufrió, y murió, Pero, lo más importante, resucitó, como había dicho. Con su estilo de vida, en obediencia a la voluntad del Padre, nos marcó el camino. Que seamos capaces de acogerlo y seguirlo, con la confianza de un niño. Porque acogiendo a Jesús, acogemos al Padre, que lo ha enviado.

Vuestro hermano en la fe,
Alejandro Carbajo, C.M.F.