Lecturas de Lunes de la IX Semana del Tiempo Ordinario Ciclo B

Memoria de San Carlos Lwanga y compañeros, mártires

Primera lectura
2 Ped 1, 1-7

Yo, Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, les escribo a ustedes, los que han obtenido una fe tan preciosa como la nuestra, gracias a la justicia de Jesucristo, nuestro Dios y Salvador. Que abunden entre ustedes la gracia y la paz, por el conocimiento de Jesucristo, nuestro Señor.

Su acción divina nos ha otorgado todo lo necesario para llevar una vida de santidad, mediante el conocimiento profundo del que nos ha llamado con su propia gloria y poder. Por medio de los cuales nos han sido otorgados también los grandes y maravillosos bienes prometidos, para que por ellos puedan ustedes escapar de la corrupción que las pasiones desordenadas provocan en el mundo, y lleguen a participar de la naturaleza divina. Por eso, esfuércense en añadir a su fe, buena conducta; a la buena conducta, el conocimiento; al conocimiento, el dominio propio; al dominio propio, la paciencia; a la paciencia, la piedad; a la piedad, el amor fraterno, y al amor fraterno, la caridad.

Salmo Responsorial
Salmo 90, 1-2. 14-15AB. 15C-16
R. (2b) Tú eres mi Dios y en ti confío.


Tú, que vivas al amparo del Altísimo,
y descansas a la sombra del todopoderoso,
dile al Señor: “Tú eres mi refugio y fortaleza;
tú eres mi Dios y en ti confío”.
R. Tú eres mi Dios y en ti confío.

“Puesto que tú me conoces y me amas, dice el Señor,
yo te libraré y te pondré a salvo.
Cuando tú me invoques, yo te escucharé
y en tus angustias estaré contigo”.
R. Tú eres mi Dios y en ti confío.

“A quien se acoge a mí, dice el Señor,
yo lo defenderé y colmaré de honores;
lo haré disfrutar de larga vida
y haré que pueda ver mi salvación”.
R. Tú eres mi Dios y en ti confío.

Aclamación antes del Evangelio
Cfr Apoc 1, 5
R. Aleluya, aleluya.

Señor Jesús, testigo fiel, primogénito de entre los muertos,
tu amor por nosotros es tan grande,
que has lavado nuestras culpas con tu sangre.
R. Aleluya.

Evangelio
Mc 12, 1-12

En aquel tiempo, Jesús comenzó a hablar en parábolas a los sumos sacerdotes, a los escribas y a los ancianos y les dijo:
“Un hombre plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó un lagar, construyó una torre para el vigilante, se la alquiló a unos viñadores y se fue de viaje al extranjero.

A su tiempo, les envió a los viñadores un criado para recoger su parte del fruto de la viña. Ellos se apoderaron de él, lo golpearon y lo devolvieron sin nada. Les envió otro criado, pero ellos lo descalabraron y lo insultaron. Volvió a enviarles otro y lo mataron. Les envió otros muchos y los golpearon o los mataron.

Ya sólo le quedaba por enviar a uno, su hijo querido, y finalmente también se lo envió, pensando: ‘A mi hijo sí lo respetarán’. Pero al verlo llegar, aquellos viñadores se dijeron: ‘Éste es el heredero; vamos a matarlo y la herencia será nuestra’. Se apoderaron de él, lo mataron y arrojaron su cuerpo fuera de la viña.

¿Qué hará entonces el dueño de la viña? Vendrá y acabará con esos viñadores y dará la viña a otros. ¿Acaso no han leído en las Escrituras: La piedra que desecharon los constructores es ahora la piedra angular. Esto es obra de la mano del Señor, es un milagro patente?”

Entonces los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos, quisieron apoderarse de Jesús, porque se dieron cuenta de que por ellos había dicho aquella parábola, pero le tuvieron miedo a la multitud, dejaron a Jesús y se fueron de ahí

Comentario al Evangelio

Jesús cita una frase de las Escrituras: “la piedra que despreciaron los constructores es ahora la piedra principal” Aquellos constructores sabían lo importante que era escoger bien las piedras principales para levantar la casa y sostener la casa, seleccionan la mejores

Jesús, piedra angular será despreciado por las autoridades que, al escucharle, se daban cuenta de que la comparación que hacía Jesús iba dirigía a ellos, que planeaban la muerte, pero no podían arrestarlo por temor a la gente.

Así vemos que el corazón de la gente sencilla suele estar más abierto a las novedades de Dios, pero cuando tenemos algún poder, sea económico, intelectual, político, religioso, nos aferramos a esa seguridad falsa, hasta el punto de que ya no recibimos con apertura los mensajes de Dios. Pretender construir comunidades cristianas con otras piedras es un error, un pecado. ¿Sabremos hoy ser instrumentos de Cristo, servidores de su viña, no la nuestra?

Cordialmente
Salvador León, cmf