Lecturas Jueves de la XII semana del Tiempo ordinario Ciclo B

Memoria Opcional de San Cirilo de Alejandria, obispo y doctor de la Iglesia

Primera lectura
2 Reyes 24, 8-17

Joaquín tenía dieciocho años cuando subió al trono, y reinó tres meses en Jerusalén. Su madre se llamaba Nejustá, hija de Elnatán, de Jerusalén. Joaquín, igual que su padre, hizo lo que el Señor reprueba.

En aquel tiempo, subió contra Jerusalén el ejército de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y sitió la ciudad. Nabucodonosor llegó a la ciudad mientras sus hombres la sitiaban. Entonces Joaquín, rey de Judá, junto con su madre, sus servidores, sus jefes y sus funcionarios, se rindieron al rey de Babilonia y éste los hizo prisioneros. Era el octavo año del reinado de Nabucodonosor.

Nabucodonosor se llevó de Jerusalén todos los tesoros del templo del Señor y los del palacio real. Destrozó todos los objetos de oro que Salomón, rey de Israel, había hecho para el templo, conforme a las órdenes del Señor.

Nabucodonosor se llevó al cautiverio a toda Jerusalén, a todos los jefes y hombres de importancia, con todos los carpinteros y herreros, en número de diez mil, y sólo dejó a la gente pobre de la región. También llevó cautivos a Babilonia al rey Joaquín, con su madre, sus mujeres, los funcionarios de palacio y toda la gente valiosa, todos los soldados, en número de siete mil, los carpinteros y herreros, en número de mil; y todos los hombres aptos para la guerra fueron deportados a Babilonia.

Y en lugar de Joaquín, Nabucodonosor nombró rey a un tío de Joaquín, Matanías, a quien le puso el nombre de Sedecías.

Salmo Responsorial
Salmo 78, 1-2. 3-5. 8. 9
R. (9b) Socórrenos, Dios, salvador nuestro.


Dios mío, los paganos han invadido tu propiedad,
han profanado tu santo templo
y han convertido a Jerusalén en ruinas.
R. Socórrenos, Dios, salvador nuestro.

Han echado los cadáveres de tus siervos
a las aves de rapiña,
y la carne de tus fieles,
a los animales feroces.
R. Socórrenos, Dios, salvador nuestro.

Hemos sido el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean.
¿Hasta cuándo, Señor, vas a estar enojado
y va a arder como fuego tu ira?
R. Socórrenos, Dios, salvador nuestro.

No recuerdes, Señor, contra nosotros
las culpas de nuestros padres.
Que tu amor venga pronto a socorrernos,
porque estamos totalmente abatidos.
R. Socórrenos, Dios, salvador nuestro.

Para que sepan quién eres.
socórrenos, Dios y salvador nuestro.
Para que sepan quién eres,
sálvanos y perdona nuestros pecados.
R. Socórrenos, Dios, salvador nuestro

Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 23
R. Aleluya, aleluya

El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará
y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
R. Aleluya
Evangelio
Mt 7, 21-29

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No todo el que me diga: '¡Señor, Señor!', entrará en el Reino de los cielos, sino el que cumpla la voluntad de mi Padre, que está en los cielos. Aquel día muchos me dirán: '¡Señor, Señor!, ¿no hemos hablado y arrojado demonios en tu nombre y no hemos hecho, en tu nombre, muchos milagros?' Entonces yo les diré en su cara: 'Nunca los he conocido. Aléjense de mí, ustedes, los que han hecho el mal'.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica, se parece a un hombre prudente, que edificó su casa sobre roca. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos y dieron contra aquella casa; pero no se cayó, porque estaba construida sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica, se parece a un hombre imprudente, que edificó su casa sobre arena. Vino la lluvia, bajaron las crecientes, se desataron los vientos, dieron contra aquella casa y la arrasaron completamente"
.

Cuando Jesús terminó de hablar, la gente quedó asombrada de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no como los escribas.
 Comentario al Evangelio

Esta semana vamos de refranes. El de hoy es: “A Dios rogando y con el mazo dando”. Dicho con otras palabras, que ser cristiano no consiste en pasarse el día metido en la Iglesia rezando y rezando. Que el partido del Evangelio no se juega en la contemplación mística sino en los brazos abiertos al hermano que sufre y que a nuestro lado necesita nuestra ayuda.

Entonces, ¿es que no tiene sentido orar? ¿No tiene sentido ir a la Iglesia y participar en la Eucaristía? Ciertamente todo eso tiene sentido y mucho sentido pero en tanto que no es fin sino medio. Tiene sentido en tanto que nos lleva fuera de esos muros del templo –donde a veces nos sentimos muy bien y seguros–, hacia la vida y los hermanos y la calle y nos compromete en la construcción del Reino de Dios, en el trabajo por la justicia y la fraternidad. Es ahí en medio de la imperfección, del barro de la vida, donde tenemos que dar el do de pecho los cristianos. Por eso, el refrán de hoy, “A Dios rogando y con el mazo dando”, se entiende perfectamente en el marco de las palabras de Jesús.

Poner el centro de nuestra vida cristiana en esos momentos íntimos de encuentro con el Señor, en la oración silenciosa y pacífica, es una equivocación. Repito que la jugada está fuera. En el encuentro con los hermanos y en el compromiso, el mismo que guio a Jesús toda su vida, por el Reino, por la fraternidad, por convocar y hacer realidad la familia de los hijos e hijas de Dios, el Padre que nos ama sin distinción.

En ese compromiso es donde se edifica sólidamente nuestra vida cristiana. A partir de ahí, el encuentro con los hermanos en la celebración de la Eucaristía será ocasión y motivo para reiterar y reforzar nuestro compromiso con el Reino. Comulgar el cuerpo de Cristo será comulgar con él y hacer nuestro su compromiso de vida. No se tratará tanto de pedirle qué puede hacer él por nosotros sino de mirar qué podemos hacer nosotros por él. Porque nosotros somos sus manos y sus brazos y sus pies, su corazón y su mente. Es decir, sus testigos en el mundo de hoy. No entrar por este camino es edificar nuestra casa sobre arena: al primer viento, la casa se hundirá y nos quedaremos sin nada.

Fernando Torres, cmf