Lecturas Sábado de la XI semana del Tiempo ordinario Ciclo B

Memoria Opcional de San Juan Fisher, obispo, y Santo Tomás Moro, mártires
Memoria Opcional de San Paulino de Nola, obispo


Primera lectura
2 Cron 24, 17-25

Después de la muerte del sacerdote Yehoyadá, vinieron los jefes de Judá a postrarse ante el rey; a éste, sobornado por sus regalos, le pareció bien lo que le propusieron. Entonces abandonaron el templo del Señor, Dios de sus padres, y dieron culto a los bosques sagrados y a los ídolos. Este pecado provocó la ira de Dios sobre Judá y Jerusalén. El Señor les envió profetas para que se arrepintieran, pero no hicieron caso a sus amonestaciones.

Entonces el espíritu de Dios inspiró a Zacarías, hijo del sacerdote Yehoyadá, para que se presentara ante el pueblo y le dijera: “Esto dice el Señor Dios: ‘¿Por qué quebrantan los preceptos de Dios? Van al fracaso. Han abandonado al Señor y él los abandonará a ustedes’ ”.

Pero el pueblo conspiró contra él y, por orden del rey, lo apedrearon en el atrio del templo. El rey Joás no tuvo en cuenta el bien que le había hecho Yehoyadá y mató a su hijo, Zacarías, quien exclamó al morir: “Que el Señor te juzgue y te pida cuentas”.

Al cabo de un año, el ejército sirio se dirigió contra Joás y penetró en Judá y en Jerusalén; mataron a todos los jefes del pueblo y enviaron todo el botín al rey de Damasco. Aunque no era muy numeroso el ejército sirio, el Señor le dio la victoria sobre el enorme ejército de los judíos, porque el pueblo había abandonado al Señor, Dios de sus padres. Así fue como se hizo justicia contra Joás. Al retirarse los sirios, lo dejaron gravemente herido y entonces sus cortesanos conspiraron contra él para vengar al hijo del sacerdote Yehoyadá, y lo asesinaron en su cama. Lo enterraron en la ciudad de David, pero no le dieron sepultura en las tumbas de los reyes.

Salmo Responsorial
Salmo 88, 4-5. 29-30. 31-32. 33-34
R. (29a) Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.


“Un juramento hice a David, mi servidor, dice el Señor,
una alianza pacté con mi elegido:
‘Consolidaré tu dinastía para siempre
y afianzaré tu trono eternamente’.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Yo jamás le retiraré mi amor
ni violaré el juramento que le hice.
Nunca se extinguirá su descendencia
y su trono durará igual que el cielo.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Pero, si sus hijos abandonan mi ley
y no cumplen mis mandatos,
si violan mis preceptos
y no guardan mi alianza,
castigaré con la vara sus pecados
y con el látigo sus culpas,
pero no les retiraré mi favor.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

No desmentiré mi fidelidad,
no violaré mi alianza
ni cambiaré mis promesas”.
R. Proclamaré sin cesar la misericordia del Señor.

Aclamación antes del Evangelio
2 Cor 8, 9
R. Aleluya, aleluya.

Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre,
para enriquecernos con su pobreza.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 6, 24-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o bien obedecerá al primero y no hará caso al segundo. En resumen, no pueden ustedes servir a Dios y al dinero

Por eso les digo que no se preocupen por su vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?

¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les aseguro que ni Salomón, en todo el esplendor de su gloria, se vestía como uno de ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?

No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones. A cada día le bastan sus propios problemas


Comentario al Evangelio

Queridos amigos.

Jesús sigue hoy dándonos sus enseñanzas como los días anteriores: cómo debemos vivir los seguidores suyos y qué valores deben regir nuestra vida. Dos frases cortas y densas resumen dos actitudes fundamentales: “No podéis servir a dos señores” y “No estéis agobiados por vuestra vida”.

No se puede servir a dos amos a la vez: Dios y las riquezas. Nadie puede entregar el corazón a Dios y luego buscar afanosamente las cosas del mundo. Nadie puede andar dividido por la vida. En un corazón poseído por la riqueza no hay más espacio para la fe, para Dios. Si la riqueza (las cosas del mundo) ocupa tu corazón, tu mente y tus preocupaciones, Dios no tiene lugar en ti, más bien estorba porque su presencia es un aguijón que no te deja vivir en paz. Quien sirve al dinero, vive para el dinero (acumular, tener más y más, invertir, acciones, negocios cada vez más lucrativos…), lo demás no cuenta ni importa. Quien vive para el mundo, se preocupa de las cosas del mundo y vive para ellas (bienestar, disfrutar, gozar, tener buena casa y buen coche, vacaciones, viajes…) e invierte su tiempo en todas esas cosas. Y anda agobiado y preocupado por todo eso.

Por otra parte quien ha decidido servir a Dios vive su vida confiado en la Providencia del Padre del cielo que cuida de los lirios, de las aves, de los pájaros… Sabe que Dios nos sostiene amorosamente y que no nos va a faltar lo necesario para una vida digna, porque Él no se olvida de ninguno de sus hijos ya que nos conoce por nuestro nombre y apellido, y Él nos ama con un amor entrañable como Padre bueno que es.

Esta confianza total en Dios no quiere decir que no debamos trabajar para ganarnos el pan de cada día sino que no nos agobiamos, ya que el Padre del cielo se preocupa por cada ser humano que ha creado. Es decir “Dios pone casi todo y tú pones tu casi nada; pero Dios no pone su casi todo si tú no pones tu casi nada

Esta confianza en la Providencia del Padre Dios no quiere decir que no nos debamos preocupar por las cosas de la vida (los hijos, los estudios de los hijos, los padres, las carreras, las finanzas, la salud…). Todo esto es el día a día de nuestra vida y el cristiano debe afrontarlo con responsabilidad y tranquilidad, con sentido de la proporción ya que debemos preocuparnos más por lo más importante y menos por lo menos importante. De ahí que diga Jesús: “Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se os dará por añadidura”. La preocupación del que ha decidido servir a Dios es hacer su voluntad que se manifiesta en la escucha de la Palabra de Dios y en cada circunstancia de la vida y en los acontecimientos ordinarios y extraordinarios. Esto es lo verdaderamente importante para el discípulo de Jesús, pues así lo enseñó y practicó durante toda su vida.

Vuestro hermano en la fe
José Luis Latorre
Misionero Claretiano.