Lecturas del Viernes de la XVII Semana del Tiempo Ordinario Ciclo B

Primera lectura
Is 38, 1-6. 21-22. 7-8

En aquel tiempo, el rey Ezequías enfermó de muerte y vino a verlo el profeta Isaías, hijo de Amós, y le dijo: "Esto dice el Señor: 'Arregla todos tus asuntos, porque no te vas a aliviar y te vas a morir' ".

Ezequías volvió la cara hacia la pared, oró al Señor y dijo: "Acuérdate, Señor, de que te he servido con fidelidad y rectitud de corazón y de que he hecho siempre lo que a ti te agrada". Y lloró con abundantes lágrimas.

Entonces el Señor le habló a Isaías y le dijo:" Ve a decirle a Ezequías: 'Esto dice el Señor, Dios de tu padre, David: He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas. Voy a curarte y en tres días podrás ir al templo del Señor. Voy a darte quince años más de vida. Te libraré de la mano del rey de Asiria a ti y a tu ciudad, y protegeré a Jerusalén' ".

Dijo entonces Isaías: "Traigan un emplasto de higos y aplíquenselo en la llaga para que se alivie". Y Ezequías dijo: "¿Cuál es la señal de que podré ir al templo del Señor?" Respondió Isaías: "Esta será para ti la señal de que el Señor cumplirá las cosas que te ha dicho: voy a hacer que la sombra retroceda los diez grados que ha avanzado en el reloj de sol de Ajaz". Y el sol retrocedió los diez grados que había avanzado.

Salmo Responsorial
Isaías 38, 10. 11. 12abcd. 16
R. (cf. 17b) Sálvame, Señor, y viviré.


Yo pensaba que a la mitad de mi vida
tendría que dirigirme hacia las puertas del abismo
y me privarían del resto de mis años.
R. Sálvame, Señor, y viviré.

Yo pensaba que ya no volvería a ver al Señor
en la tierra de los vivos,
que ya no volvería a ver a los hombres
entre los habitantes del mundo.
R. Sálvame, Señor, y viviré.

Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor tejía yo mi vida,
y me cortaron la trama.
R. Sálvame, Señor, y viviré

A los que Dios protege viven,
y entre ellos vivirá mi espíritu;
me has curado,
me has hecho revivir.
R. Sálvame, Señor, y viviré.

Aclamación antes del Evangelio
Jn 10, 27
R. Aleluya, aleluya.
Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor;
yo las conozco y ellas me siguen.
R. Aleluya.

Evangelio
Mt 12, 1-8
Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: "Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado".

Él les contestó: "¿No han leído ustedes lo que hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?

¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso cometen pecado? Pues yo digo que aquí hay alguien más grande que el templo.

Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado''.


Comentario al Evangelio
Señor del sábado, Señor de la vida y de la muerte

Jesús no ha venido a abolir la ley ni los profetas, sino a darles cumplimiento (cf. Mt 5, 17-18). Pero ese cumplimiento no consiste en añadir nuevos preceptos, o en eliminar o atemperar otros. La plenitud de la ley consiste en llegar a sus raíces, a su corazón, a su núcleo esencial, el que da sentido a todos los preceptos concretos. Ese corazón es el mandamiento del amor: a su luz los mandamientos y las prohibiciones adquieren sentido o, según las circunstancias, carecen de él, como en el caso del evangelio de hoy. El amor, que es la sustancia de Dios, da vida, no la quita. Por eso, cuando la ley se utiliza de manera rígida, inmisericorde, despiadada, y sirve para condenar y no para dar vida, o es que se la está malinterpretando, o es que se ha corrompido.

En realidad, Jesús no ha venido a reinterpretar la ley (en un sentido más rígido o más laxo), sino que él mismo, en persona, se convierte para nosotros en ley. Él es el Señor del Sábado, porque es el Señor del tiempo, y el Señor de la vida y de la muerte. Pero no porque nos dé vida o muerte a su antojo, sino porque con su muerte en la cruz nos ha dado a todos la vida eterna.

Cordialmente,
José M. Vegas cmf