Memoria Opcional de San Antonio María Claret, obispo
Primera lectura
Ef 3, 14-21
Hermanos: Me arrodillo ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra, para que, conforme a los tesoros de su bondad, les conceda que su Espíritu los fortalezca interiormente y que Cristo habite por la fe en sus corazones. Así, arraigados y cimentados en el amor, podrán comprender con todo el pueblo de Dios, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo, y experimentar ese amor que sobrepasa todo conocimiento humano, para que así queden ustedes colmados con la plenitud misma de Dios.
A él, que, con su poder que actúa eficazmente en nosotros, puede hacer infinitamente más de lo que le pedimos o entendemos, le sea dada la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las edades y por todos los siglos. Amén.
Salmo Responsorial
Salmo 32, 1-2. 4-5. 10ab y 11
R. (5b) Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Que los justos aclamen al Señor;
es propio de los justos alabarlo.
Demos gracias a Dios, al son del arpa,
que la lira acompañe nuestros cantos.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Sincera es la palabra del Señor
y todas sus acciones son leales.
El ama la justicia y el derecho,
la tierra llena está de sus bondades.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Los proyectos de Dios duran por siempre
los planes de su amor, todos los siglos.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor;
dichoso el pueblo que escogió por suyo.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Cuida el Señor de aquellos que lo temen
y en su bondad confían;
los salva de la muerte
y en épocas de hambre les da vida.
R. Dichoso el pueblo escogido por Dios.
Aclamación antes del Evangelio
Cfr Flp 3, 8-9
R. Aleluya, aleluya.
Todo lo considero una pérdida y lo tengo por basura,
para ganar a Cristo y vivir unido a él.
R. Aleluya.
Evangelio
Lc 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “He venido a traer fuego a la tierra, ¡y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo me angustio mientras llega!
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra’’.
Comentario al Evangelio del día
Queridos amigos y amigas:
Este evangelio nos presenta unas palabras impactantes de Jesús, que parecen contrastar con la imagen de paz y unidad que a menudo asociamos con su mensaje. Jesús nos habla de “prender fuego en el mundo” y de una “división” que incluso afectará a las familias. Para comprender este pasaje, debemos recordar que Jesús no habla de una división por odio o conflicto egoísta, sino de la división que surge cuando su mensaje radical exige una elección clara y decisiva.
El “fuego” al que Jesús se refiere es el fuego del Espíritu Santo, el ardor del amor y del celo por el Reino de Dios. Este fuego purifica, transforma y enciende los corazones en la misión de llevar la luz de Cristo al mundo. Jesús desea que este fuego esté ya ardiendo, porque sabe que su mensaje no puede dejarnos indiferentes; nos desafía a tomar postura, a vivir de una manera distinta que, en muchas ocasiones, provoca incomprensión o rechazo, incluso entre los seres más cercanos.
La referencia a la “división” no significa que Jesús quiera generar discordia, sino que su mensaje exige un compromiso que muchas veces rompe con los valores y tradiciones del mundo. Aquellos que siguen a Cristo deben estar dispuestos a enfrentar las tensiones que surgen cuando las exigencias del Evangelio se confrontan con las expectativas humanas, incluso dentro de la familia. La fe en Cristo nos llama a un amor más profundo y auténtico, pero también nos exige valentía para defender la verdad, aunque eso provoque oposición.
En la memoria de San Antonio María Claret, este evangelio adquiere un sentido especial. Claret, lleno del fuego del Espíritu y del amor de Dios, consagró su vida a la misión de predicar el Evangelio. En su labor enfrentó muchas dificultades, incomprensiones y persecuciones. Predicó un mensaje que desafiaba el conformismo y la indiferencia religiosa de su tiempo, generando, en ocasiones, división. En la Familia Claretiana sigue resonando la fuente de su inspiración misionera: “Enamórense de Jesucristo y del prójimo y lo comprenderán todo y harán más cosas que yo”.
Al igual que San Antonio María Claret, nosotros también estamos llamados a ser portadores de la Buena Noticia del Evangelio. No debemos temer los conflictos ni las pruebas que puedan surgir en nuestro seguimiento de Jesús. Él nos advierte que seguirlo no siempre será fácil, pero la promesa es inmensa: una vida renovada y un mundo más humano y fraterno. Que, con el mismo ardor y valentía de Claret, sepamos vivir nuestra misión con entrega, siendo testigos del Reino y signos de esperanza en cada lugar donde nos encontremos.
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.