Se utilizan las lecturas propuestas para los difuntos.
Primera Lectura
Sab 3, 1-9
Las almas de los justos están en las manos de Dios
y no los alcanzará ningún tormento.
Los insensatos pensaban que los justos habían muerto,
que su salida de este mundo era una desgracia
y su salida de entre nosotros, una completa destrucción.
Pero los justos están en paz.
La gente pensaba que sus sufrimientos eran un castigo,
pero ellos esperaban confiadamente la inmortalidad.
Después de breves sufrimientos
recibirán una abundante recompensa,
pues Dios los puso a prueba
y los halló dignos de sí.
Los probó como oro en el crisol
y los aceptó como un holocausto agradable.
En el día del juicio brillarán los justos
como chispas que se propagan en un cañaveral.
Juzgarán a las naciones y dominarán a los pueblos,
y el Señor reinará eternamente sobre ellos.
Los que confían en el Señor comprenderán la verdad
y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado,
porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.
Salmo Responsorial
Salmo 22, 1-3. 4. 5. 6
R. (1) El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El Señor es mi pastor, nada me falta;
en verdes praderas me hace reposar
y hacia fuentes tranquilas me conduce
para reparar mis fuerzas.
Por ser un Dios fiel a sus promesas,
Me guía por el sendero recto
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Así, aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú estás conmigo.
Tu vara y tu cayado me dan seguridad.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tú mismo preparas la mesa,
a despecho de mis adversarios;
me unges la cabeza con perfume
y llenas mi copa hasta los bordes.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Tu bondad y tu misericordia me acompañarán
todos los días de mi vida;
y viviré en la casa del Señor
por años sin término.
R. El Señor es mi pastor, nada me faltará.
Segunda Lectura
Rom 5, 5-11
Hermanos: La esperanza no defrauda porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que él mismo nos ha dado.
En efecto, cuando todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los pecadores en el tiempo señalado. Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.
Con mayor razón, ahora que ya hemos sido justificados por su sangre, seremos salvados por él del castigo final. Porque, si cuando éramos enemigos de Dios, fuimos reconciliados con él por la muerte de su Hijo, con mucho más razón, estando ya reconciliados, recibiremos la salvación participando de la vida de su Hijo. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.
Aclamación antes del Evangelio
Mt 25, 34
R. Aleluya, aleluya.
Vengan, benditos de mi Padre, dice el Señor;
tomen posesión del Reino preparado para ustedes
desde la creación del mundo.
R. Aleluya.
Evangelio
Jn 6, 37-40
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: “Todo aquel que me da el Padre viene hacia mí; y al que viene a mí yo no lo echaré fuera, porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Y la voluntad del que me envió es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día. La voluntad de mi Padre consiste en que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y yo lo resucite en el último día’’.
Comentario al Evangelio del día
¡Gran fiesta!
Hoy es día de visitar cementerios, recordar a los seres queridos, orar por ellos… parecería un día triste por excelencia. En México, el Día de los Muertos es un día de gran fiesta. Se expresaba en la película de hace unos años, Coco en todo su colorido y celebración. La película, sin embargo, no hace justicia a las bases de la celebración, porque cifra la vida en el recuerdo que tengan los vivos de ellos. Una vez que son olvidados, mueren del todo. Ahí se equivoca enormemente. La vida no depende del recuerdo, sino de las manos de Dios, donde están las almas de los justos, como dice la lectura del Libro de la Sabiduría. Solo los necios piensan de otra manera.
Es gran fiesta porque es precisamente la celebración de ese estar en las manos de Dios y de alcanzar la vida eterna. Es el cumplimiento de la voluntad de Dios: que todo el que crea en Él se salve y tenga vida eterna. La esperanza no se asienta sobre el recuerdo que puedan tener algunos sobre los que un día vivieron en esta tierra. Se asienta en la realidad de la memoria de Dios, que nos reconcilió con Cristo por su sangre. Una reconciliación que recibimos en el bautismo. Esa esperanza no defrauda. La voluntad de Dios no es variable, porque el Amor no puede cambiar sus intenciones. No sería Dios.
“Los que confían en el Señor comprenderán la verdad y los que son fieles a su amor permanecerán a su lado, porque Dios ama a sus elegidos y cuida de ellos.”. Por nuestra parte hace falta el permanecer, el ser fieles, el aceptar la justicia de Dios para ser justos, justificados, el mantener viva la esperanza… Es decir, en no ser tan necios como para pensar que la muerte es definitiva. Pruebas tenemos. La esperanza no defrauda.
Por tanto, hoy es gran día de fiesta. La promesa es cierta y Dios siempre es fiel.
Cármen Aguinaco
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.