Ti 2, 1-8. 1-114
Querido hermano: Enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina: que los ancianos sean sobrios, respetables, sensatos, bien cimentados en la fe, en el amor y la paciencia.
Que las ancianas, así mismo, sean respetables en su comportamiento, que se abstengan de murmurar y de tomar mucho vino; que, con su buen ejemplo, enseñen a las jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser sensatas, castas, sobrias, a cuidar bien de su hogar, a ser bondadosas y obedientes a sus maridos, para que nadie pueda hablar mal del Evangelio.
Exhorta igualmente a los jóvenes a ser sensatos en todo y dales tú mismo buen ejemplo. Cuando enseñes, hazlo con autenticidad y dignidad, con un lenguaje sano e irreprochable, para que los adversarios tengan que retirarse, al no poder decir nada malo de nosotros.
Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres y nos ha enseñado a renunciar a la vida sin religión y a los deseos mundanos, para que vivamos, ya desde ahora, de una manera sobria, justa y fiel a Dios, en espera de la gloriosa venida del gran Dios y salvador, Cristo Jesús, nuestra esperanza. El se entregó por nosotros para redimirnos de todo pecado y purificarnos, a fin de convertirnos en pueblo suyo, fervorosamente entregado a practicar el bien.
Salmo Responsorial
Salmo 36, 3-4. 18 y 23. 27 y 29
R. (39a) Dios es nuestro Salvador.
Pon tu esperanza en Dios, practica el bien
y vivirás tranquilo en esta tierra.
Busca en él tu alegría
y te dará el Señor cuanto deseas.
R. Dios es nuestro Salvador.
Cuida el Señor la vida de los buenos
y su herencia perdura;
porque aprueba el camino de los justos
y asegura el Señor todos sus pasos
R. Dios es nuestro Salvador.
Apártate del mal, practica el bien
y tendrás una casa eternamente;
porque los justos heredarán la tierra
y la habitarán para siempre.
R. Dios es nuestro Salvador.
Aclamación antes del Evangelio
Jn 14, 23
R. Aleluya, aleluya.
El que me ama cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará
y haremos en él nuestra morada, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
Lc 17, 7-10
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “¿Quién de ustedes, si tiene un siervo que labra la tierra o pastorea los rebaños, le dice cuando éste regresa del campo: ‘Entra enseguida y ponte a comer’? ¿No le dirá más bien: ‘Prepárame de comer y disponte a servirme, para que yo coma y beba; después comerás y beberás tú?’ ¿Tendrá acaso que mostrarse agradecido con el siervo, porque éste cumplió con su obligación?
Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: ‘No somos más que siervos; sólo hemos hecho lo que teníamos que hacer’ ”.
Comentario al Evangelio
Es sabido que hay que ir con cuidado en los negocios y el mayor negocio que tenemos entre manos es nuestra salvación. Sucede que, en ocasiones, creemos que hemos actuado bien, con caridad, humildemente, con valentía, sensatez, etc.… Y, por eso, esperamos algún premio e incluso lo reclamamos. Como si Dios estuviese obligado a agradecer nuestra bondad. Pero la situación es otra: si hemos hecho algún bien es porque el Señor nos amó primero y porque sí, porque Dios es amor, no por nuestros méritos.
Jesús deja clara la cuestión cuando nos dice: “sin Mí no podéis hacer nada”. Nada verdaderamente eficaz para el Reino de los cielos. Evidentemente, podemos producir cosas buenas y óptimas. Pero lo que hacemos, ¿da fruto? ¿es evangélicamente fecundo?
No reclamemos premios que ya se nos han otorgado gratuitamente. “Lo que hiciereis con uno de estos más pequeños conmigo lo hacéis”, dice Jesús. Y también: “Venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, estuve desnudo y me vestisteis…”
Seguir a Jesucristo, servirle en los más pequeños (bien mirado ¿hay algún ser humano que no sea, en el fondo un pequeño desvalido?). Permanecer unidos a Él como los sarmiento a la vid es ya un don que recibimos sin ningún merecimiento. Siervos inútiles somos y como exhorta Pablo en la carta a Tito “llevemos una vida sobria, justa y piadosa aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo».
Virginia Fernández
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.