Za 2, 14-17
“Canta de gozo y regocíjate, Jerusalén, pues vengo a vivir en medio de ti, dice el Señor. Muchas naciones se unirán al Señor en aquel día; ellas también serán mi pueblo y yo habitaré en medio de ti y sabrás que el Señor de los ejércitos me ha enviado a ti.
El Señor tomará nuevamente a Judá como su propiedad personal en la tierra santa y Jerusalén volverá a ser la ciudad elegida”.
¡Que todos guarden silencio ante el Señor, pues él se levanta ya de su santa morada!
Salmo Responsorial
Jdt 13, 18bcde. 19
R. (15, 9d) Tú eres la honra de nuestro pueblo.
Que el Altísimo te bendiga,
más que a todas las mujeres de la tierra.
Bendito sea el Señor, creador de cielo y la tierra.
R. (15, 9d) Tú eres la honra de nuestro pueblo.
Hoy el Señor te ha engrandecido tanto,
que no dejarán de alabarte aquellos hombres
que se acuerdan en la tierra del poder de Dios.
R. (15, 9d) Tú eres la honra de nuestro pueblo.
R. Aleluya, aleluya.
Dichosa tú, santísima Virgen María,
y digna de toda alabanza,
porque de ti nació el sol de justicia,
Jesucristo, nuestro Dios.
R. Aleluya.
Evangelio
Lc 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.
Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.
El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
La figura de Juan el Bautista aparece con frecuencia en este tiempo de Adviento. Se dice de él que es el precursor, el que anuncio la presencia del Mesías, del que tanto hablaban y al que tanto esperaban los judíos de la época. Pero hubo un pequeño problema con Juan el Bautista. Un problema que para los judíos de aquel tiempo resultó insuperable.
Es que ni Juan el Bautista resultó ser el profeta que esperaban ni el Mesías que anunció se parecía en nada al Mesías que llegó. Es decir, a Jesús. Tanto el precursor como el mesías fueron tan diferentes de lo que esperaban los judíos, que fueron incapaces de aceptar ni al uno ni al otro. Ellos ya tenían sus ideas preconcebidas y lo que vieron en Juan y lo que vieron en Jesús no tenía nada que ver con aquellas ideas. Por eso el rechazo, que fue total. Al primero lo mató Herodes pero nadie en el mundo judío levantó un dedo para protestar por aquella muerte injusta. Al segundo lo mataron los romanos pero después de que los mismos jefes de los judíos lo pusieran en sus manos. La muerte terminó con ambos profetas. Por la sencilla razón de que no se ajustaban a la idea que tenían de lo que debía ser un profeta y de lo que tenía que ser y parecer el Mesías tan anunciado. Conclusión: se liberaron de ellos y decidieron seguir esperando.
A menudo, a nosotros nos puede suceder algo parecido. Tenemos unas ideas ya muy fijas de lo que es Dios, de cómo es Dios, de lo que Dios manda y también de lo que nosotros tenemos que hacer, de cómo debemos comportarnos, de lo que es importante y de lo que no lo es. Ya nos sabemos tan bien todo que no queda hueco para la sorpresa, para la novedad de un Dios que va a terminar naciendo en un pesebre maloliente, que se va a manifestar cercano a los pobres y defensor de la justicia.
Tenemos todo el tiempo de Adviento para desprendernos de las ideas fijas y sabidas que llenan nuestra mente y para comenzar a leer el Evangelio con ojos nuevos. Es nuestra oportunidad para no terminar haciendo lo que hicieron los judíos con Juan y con Jesús.
Fernando Torres, cmf
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.