Memoria de San Francisco Javier, presbítero
Primera lectura
Is 11, 1-10
En aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, un vástago florecerá de su raíz.
Sobre él se posará el espíritu del Señor, espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de piedad y temor de Dios.
No juzgará por apariencias, ni sentenciará de oídas; defenderá con justicia al desamparado y con equidad dará sentencia al pobre; herirá al violento con el látigo de su boca, con el soplo de sus labios matará al impío.
Será la justicia su ceñidor, la fidelidad apretará su cintura.
Habitará el lobo con el cordero, la pantera se echará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos
y un muchachito los apacentará. La vaca pastará con la osa y sus crías vivirán juntas. El león comerá paja con el buey.
El niño jugará sobre el agujero de la víbora; la creatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.
No harán daño ni estrago por todo mi monte santo, porque así como las aguas colman el mar, así está lleno el país de la ciencia del Señor.
Aquel día la raíz de Jesé se alzará como bandera de los pueblos, la buscarán todas las naciones y será gloriosa su morada.
Salmo Responsorial
Sal 71, 2. 7-8. 12-13. 17
R. (cf. 7) Ven, Señor, rey de paz y de justicia.
Comunica, Señor, al rey tu juicio
y tu justicia, al que es hijo de reyes;
así tu siervo saldrá en defensa de tus pobres
y regirá a tu pueblo justamente.
R. Ven, Señor, rey de paz y de justicia.
Florecerá en sus días la justicia
y reinará la paz, era tras era.
De mar a mar se extenderá su reino
y de un extremo al otro de la tierra.
R. Ven, Señor, rey de paz y de justicia.
Al débil librará del poderoso
y ayudará al que se encuentra sin amparo;
se apiadará del desvalido y pobre
y salvará la vida al desdichado.
R. Ven, Señor, rey de paz y de justicia.
Que bendigan al Señor eternamente
y tanto como el sol, viva su nombre.
Que sea la bendición del mundo entero
y lo aclamen dichoso las naciones.
R. Ven, Señor, rey de paz y de justicia.
Aclamación antes del Evangelio
R. Aleluya, aleluya.
Ya viene el Señor, nuestro Dios, con todo su poder
para iluminar los ojos de sus hijos.
R. Aleluya.
Evangelio
Lc 10, 21-24
En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".
Comentario al Evangelio
Queridos amigos y amigas:
En el inicio del Adviento, las lecturas de Isaías y el Evangelio de Lucas nos invitan a contemplar con asombro y esperanza la obra de Dios que se despliega en la historia, preparando nuestros corazones para recibir a Cristo como el renuevo que transforma la humanidad y la creación entera.
En la primera lectura, Isaías (11, 1-10) describe un cuadro lleno de esperanza: un renuevo brota del tronco de Jesé, símbolo de una nueva vida que surge en medio de una aparente esterilidad. Este renuevo, que es Cristo, viene lleno del Espíritu del Señor, con dones que renuevan y transforman: sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia y temor del Señor. Este mensaje resuena con fuerza al inicio del Año jubilar, tiempo de gracia especial en el que somos llamados a redescubrir la presencia del Espíritu en nuestras vidas y a renovar nuestra fe en Aquel que viene a hacer nuevas todas las cosas.
El texto de Isaías nos presenta también un mundo reconciliado, donde los opuestos conviven en paz: el lobo con el cordero, el leopardo con el cabrito. Es una visión de la plenitud del Reino de Dios, donde la justicia y la paz se abrazan. Esta imagen nos desafía a trabajar en nuestro presente como constructores de esa paz, permitiendo que la justicia sea el “ceñidor de nuestra cintura” y la lealtad el “cinturón de nuestras caderas”. Este tiempo de Adviento y jubileo nos invita a transformar nuestras relaciones, comunidades y estructuras en espacios donde la paz de Cristo pueda reinar.
Por su parte, el Evangelio de Lucas (10, 21-24) nos sitúa ante la gratitud y la alegría de Jesús, quien alaba al Padre por revelar los misterios del Reino a los pequeños. En esta escena, encontramos el corazón del Adviento: la invitación a ser pequeños, a reconocer nuestra dependencia de Dios y a abrirnos con humildad a la revelación de su amor. El Año jubilar que estamos por comenzar nos llama a una espiritualidad de la gratitud, a redescubrir las maravillas de Dios en nuestra vida cotidiana y en los signos de los tiempos para convertirnos en signos de esperanza.
Jesús exclama: “¡Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis!” Este privilegio de los discípulos se extiende hoy a nosotros. En Adviento, contemplamos el misterio de la encarnación y nos preparamos para experimentar la cercanía de Dios, que no se queda lejos, sino que entra en nuestra historia para redimirnos y llenarnos de alegría.
Desde la clave del Adviento y del Año jubilar, estas lecturas nos interpelan: ¿estamos dejando que el Espíritu transforme nuestra vida? ¿Reconocemos a Cristo como el renuevo que da esperanza en medio de nuestras realidades más secas y estériles? ¿Nos acercamos al misterio con la humildad de los pequeños, agradeciendo la obra de Dios en nosotros?
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.