Primera lectura
Ef 4, 7. 11-16
Hermanos: Cada uno de nosotros ha recibido la gracia en la medida en que Cristo se la ha dado. Él fue quien concedió a unos ser apóstoles; a otros, ser profetas; a otros, ser evangelizadores; a otros, ser pastores y maestros. Y esto, para capacitar a los fieles, a fin de que, desempeñando debidamente su tarea, construyan el cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a estar unidos en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, y lleguemos a ser hombres perfectos, que alcancemos en todas sus dimensiones la plenitud de Cristo.
Así, ya no seremos como niños, zarandeados por las olas y llevados de un lado para otro por el viento de cualquier doctrina, a merced de hombres malvados y astutos, que conducen engañosamente al error. Por el contrario, viviendo sinceramente en el amor, creceremos en todos sentidos, unidos a aquel que es la cabeza: Cristo. De él, todo el cuerpo recibe su organización, su cohesión y su vida, según la actividad propia de cada una de las partes, y así el cuerpo va creciendo y construyéndose por medio del amor.
Salmo Responsorial
Salmo 121, 1-2. 3-4ab. 4cd-5
R. (1) Vamos a la casa del Señor.
íQué alegría sentí, cuando me dijeron:
“Vayamos a la casa del Señor”!
Y hoy estamos aquí, Jerusalén,
jubilosos, delante de tus puertas.
R. Vamos a la casa del Señor.
A ti, Jerusalén, suben las tribus,
las tribus del Señor,
según lo que a Israel se le ha ordenado,
para alabar el nombre del Señor.
R. Vamos a la casa del Señor.
Aclamación antes del Evangelio
Ez 33, 11
R. Aleluya, aleluya.
No quiero la muerte del pecador,
sino que se arrepienta y viva, dice el Señor.
R. Aleluya.
Evangelio
Lc 13, 1-9
En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”.
Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala. ¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’ El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ ”.
Comentario al Evangelio
Queridos amigos y amigas:
Las lecturas de hoy nos ofrecen reflexionar sobre el llamado a la conversión y la construcción del Cuerpo de Cristo. En la primera lectura, San Pablo nos recuerda que cada uno de nosotros ha recibido un don, una gracia particular, según la medida del don de Cristo. Esta diversidad de dones no es para nuestro beneficio personal, sino para edificar el cuerpo de Cristo, la Iglesia. Algunos han sido llamados a ser apóstoles, otros profetas, evangelizadores, pastores o maestros, pero todos contribuyen al crecimiento del Cuerpo en la unidad y en el amor.
Pablo nos insta a madurar en nuestra fe, para no ser arrastrados por “todo viento de doctrina” o engañados por las trampas del error. La madurez espiritual implica un compromiso con la verdad y el amor, que nos permite crecer hacia Cristo, quien es la cabeza. Cada miembro del Cuerpo de Cristo tiene un papel crucial, y cuando cada parte actúa según su don, el Cuerpo crece en unidad y se construye en el amor.
El evangelio complementa este mensaje con una llamada clara a la conversión. Jesús utiliza dos tragedias recientes –la muerte de los galileos y el derrumbe de la torre de Siloé– para enseñar que no debemos interpretar los desastres como castigos específicos por los pecados. Más bien, estas situaciones nos llaman a la conversión personal. Todos necesitamos convertirnos, sin pensar que los demás son más culpables o peores que nosotros.
La parábola de la higuera es una poderosa imagen de la paciencia y misericordia de Dios. Aunque la higuera no ha dado fruto durante tres años, el viñador intercede para darle una nueva oportunidad. Esto nos habla del tiempo de gracia que Dios nos ofrece para arrepentirnos y dar frutos en nuestra vida. No es un tiempo ilimitado, pero es una invitación a aprovechar la oportunidad de transformar nuestra vida, con la ayuda de su gracia, antes de que sea demasiado tarde.
Así, ambas lecturas nos invitan a la acción. Por un lado, a reconocer y usar nuestros dones para edificar el Cuerpo de Cristo, y por otro, a abrir el corazón a la conversión. Dios nos da tiempo y oportunidades para crecer, para cambiar, para dar frutos en el amor y en el servicio. No dejemos pasar este tiempo de gracia. Vivamos nuestra vocación cristiana con responsabilidad y amor, y estemos siempre dispuestos a convertirnos y crecer en nuestra relación con Dios, con los demás y con toda la creación.
Fraternalmente,
Edgardo Guzmán, cmf.
Los textos de la Sagrada Escritura utilizados en esta obra han sido tomados de los Leccionarios I, II y III, propiedad de la Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica de la Conferencia Episcopal Mexicana, copyright © 1987, quinta edición de septiembre de 2004. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados. Debido a cuestiones de permisos de impresión, los Salmos Responsoriales que se incluyen aquí son los del Leccionario que se utiliza en México. Su parroquia podría usar un texto diferente.