Lecturas Martes 7° Semana del Tiempo Ordinario Ciclo C

https://biblialiturgia.com/wp-content/uploads/2019/02/EVANGELIO-Mc-9-30-37-01.mp3

Primera Lectura
Lectura del libro del Eclesiástico (2,1-11):

Hijo, si te acercas a servir al Señor, permanece firme en la justicia y en el temor, y prepárate para la prueba.
Endereza tu corazón, mantente firme y no te angusties en tiempo de adversidad. Pégate a él y no te separes, para que al final seas enaltecido.
Todo lo que te sobrevenga, acéptalo, y sé paciente en la adversidad y en la humillación. Porque en el fuego se prueba el oro, y los que agradan a Dios en el horno de la humillación.
Confía en él y él te ayudará, endereza tus caminos y espera en él. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia y no os desviéis, no sea que caigáis.
Los que teméis al Señor, confiad en él, y no se retrasará vuestra recompensa. Los que teméis al Señor, esperad bienes, gozo eterno y misericordia.
Los que teméis al Señor, amadlo y vuestros corazones se llenarán de luz. Fijaos en las generaciones antiguas y ved: ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?, o ¿quién perseveró en su temor y fue abandonado?, o ¿quién lo invocó y fue desatendido?
Porque el Señor es compasivo y misericordioso, perdona los pecados y salva en tiempo de desgracia, y protege a aquellos que lo buscan sinceramente.
Palabra de Dios

Salmo del Día
Salmo 36
R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará


V/. Confía en el Señor y haz el bien,
habitarás tu tierra y reposarás en ella en fidelidad;
sea el Señor tu delicia,
y él te dará lo que pide tu corazón.
R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará

V/. El Señor vela por los días de los buenos,
y su herencia durará siempre;
no se agostarán en tiempo de sequía,
en tiempo de hambre se saciarán.
R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará

V/. Apártate del mal y haz el bien,
y siempre tendrás una casa;
porque el Señor ama la justicia
y no abandona a sus fieles.
Los inicuos son exterminados,
la estirpe de los malvados se extinguirá.
R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará

V/. El Señor es quien salva a los justos,
él es su alcázar en el peligro;
el Señor los protege y los libra,
los libra de los malvados y los salva
porque se acogen a él.
R/. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará

Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,30-37):
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará».
Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?».
Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante.
Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos».
Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».
Palabra del Señor

Reflexión del Evangelio
Por el Padre Daniel Manzuc




Por Monseñor Munilla




PARA REFLEXIONAR
La segunda página de este libro de sabiduría, el Eclesiástico, es un aviso muy realista: «Prepárate para las pruebas». La sabiduría, aunque es don de Dios y participación en su sabiduría eterna e insondable, es también aprendizaje y tarea por nuestra parte. Requiere valentía, fidelidad, perseverancia, aplicación. Si vienen pruebas, también exige el saberlas aguantar y sacar provecho de ellas.
El autor recurre a la historia, que está llena de personas que nos dan ejemplo de constancia y fidelidad a Dios, porque en las dificultades confiaron en Él: «¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?».
Las pruebas nos hacen madurar, nos hacen pensar, nos invitan a relativizar tantas cosas y a dar importancia a las que valen la pena.
Con la fuerza de Dios no hay dificultad insuperable. Con su luz vamos adquiriendo la verdadera sabiduría que nos trae también la felicidad. Confiemos en Dios. Eso iluminará de sabiduría nuestra jornada.

***

Jesús para ir educando a los suyos en el camino del discipulado, les anuncia por segunda vez su pasión y su muerte. Pero todavía no están dispuestos a entender lo que les está queriendo decir. Lo que les preocupa, y de eso discuten en el camino, es «quién será el más importante». Ya se ven en el Reino del Maestro, ocupando los puestos de honor.
Aún se ve lo difícil que es para los discípulos comprender la pasión, muerte y resurrección de Jesús. A pesar de haber escuchado, directamente de sus labios, los requerimientos para la construcción del Reino siguen preocupados más por el poder, que por entregar incondicionalmente la vida por el hermano como les propone el Maestro.

Jesús, en la serenidad de casa, con extrema delicadeza les da una lección para que vayan corrigiendo sus expectativas. Les aclara que no se puede ser el primero en su Reino si no se abandona toda tentativa de poder, asumiendo comprometidamente el servicio y la entrega por los demás.
Después, pone a un niño en medio de ellos y dice que el que recibe a un niño lo recibe a Él. Precisamente a un niño, que en el ambiente social de entonces era más bien marginado de la sociedad y tenido en muy poco.
La dificultad para entender la lección que Jesús dio a los apóstoles también la padecemos hoy. Tendemos a ocupar los primeros lugares, a buscar nuestros propios intereses, a despreciar a aquellos de los que no podemos esperar mucho. Nuestra naturaleza se rebela cuando podemos «ser el último de todos».
La salvación del mundo vino a través de la cruz de Cristo. Seguimos a un Salvador humilde, aparentemente fracasado, el Siervo de todos, hasta la Cruz. El discípulo no puede ser más que el maestro. Colaborar con Él en la construcción del reino significará muchas veces sufrimiento, otras veces renuncia y esfuerzo, y siempre entrega gratuita.

PARA DISCERNIR
¿Acepto las consecuencias de renuncia y cruz en el seguimiento del Señor?
¿Busco una salvación a mi medida?
¿Reconozco en el servicio una fuente de Gracia?

REPITAMOS A LO LARGO DE ESTE DÍA
Seamos primeros sirviendo a todos

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL

«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos»

¡Jesús!… ¡Qué humildad la tuya, Rey de la gloria, al someterte a todos los sacerdotes, sin hacer distinción alguna entre los que te aman y los que, por desgracia, son tibios o fríos en tu servicio…! A su llamada, tú bajas del cielo; pueden adelantar o retrasar la hora del santo sacrificio, que tú estás siempre pronto a su voz… ¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la blanca hostia! (Mt 11,29). Ya no puedes abajarte más para enseñarme la humildad; por eso, para responder a tu amor, yo también quiero desear que mis hermanas me pongan siempre en el último lugar y convencerme de que ése es precisamente mi sitio.

Yo sé bien, Dios mío, que al alma orgullosa tú la humillas y que a la que se humilla le concedes una eternidad gloriosa; por eso quiero ponerme en el último lugar y compartir tus humillaciones, para «tener parte contigo»(Jn 13,8) en el reino de los cielos.

Pero tú, Señor, conoces mi debilidad; cada mañana hago el propósito de practicar la humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto, me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso quiero, Dios mío, fundar mi esperanza sólo en ti; ya que tú lo puedes todo, haz nacer en mi alma la virtud que deseo. Para alcanzar esta gracia de tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces: «¡Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo»

Santa Teresa del Niño Jesús (1873-1897), carmelita descalza, Doctora de la Iglesia 
-Oración 20


PARA REZAR
Gracias, Señor, por haberme llamado


a servir gratuitamente,
a dar mi tiempo, mis energías
y mi amor a quienes sufren.

Aquí estoy, Señor, envíame.
Dispón mi mente y mi corazón
a escuchar sin prejuicios,
a servir hasta las últimas consecuencias.

Envíame, Señor, a pesar de que yo también soy débil
así comprenderé que eres tú nuestra fuerza,
y mis hermanos descubrirán tu rostro
en mi presencia discreta.

Envíame, Señor, y así comprenderé
que la mayor felicidad está en servirte.
Amén.